Ocho Pies en Lanzarote: Parque Nacional de Timanfaya

Nicolás dice que lo parieron en las patas de los camellos y como no quiso estudiar, su papá lo empujó a ejercer de camellero a los 16 años. Hoy, 30 años después, nos acompañó en un paseo a lomos de Conguito, abuelo de Grasi y nieto de Caretto, que también nos acompañaron volcán arriba y después volcán abajo. Willy, blanco y enterado, venía detrás metiendo el hocico en la escena familiar con la que despedimos 2019 en el Parque Nacional de Timanfaya, una parada obligatoria para entender si se visita la isla de Lanzarote.

  • En el Centro de Visitantes e Interpretación (Tinguatón, Tinajo) -recuerden que no se puede hacer picnic en su patio-mirador aunque haya un atractivo rinconcito en el que da el sol de diciembre- dimos un paseo y recopilamos la información necesaria. En la planta baja hay una recreación del sonido del volcán y una explicación breve de cómo impactó la vulcanología en la isla y su posterior desarrollo. Dura 5 minutos y para niños-as de más de tres años puede ser adecuada. Además del sonido del volcán, hay una recreación de la lava bajando por las laderas de las montañas, sucedáneo de humo y todo en un entorno mágico, de piedras y rocas negras. No tengo la información suficiente sobre la obra arquitectónica, pero sí se que se muestra sigilosa, integrada y que desde el interior parece que la misma forma parte del paisaje. En el exterior supimos que estaba allí, además de por la señalética que no es excesiva, por los coches aparcados.
  • Saliendo desde el Centro de Visitantes hacia Yaiza, a cuatro kilómetros encontrarán la entrada a la ruta de los volcanes. Si llevan dinero en efectivo, estupendo, y si no, tendrán que buscar el cajero más próximo porque no tienen datáfono. A siete kilómetros está el pueblito de Yaiza y ahí hay dos cajeros, uno de ATM y otro de Bankia. «Vayan rápido que aquí todo desaparece pronto», nos dijo un Guardia Civil al que preguntamos con voz apocalíptica. Cerca del cajero está el Centro de Artesanía Antigua Escuela de Yaiza, que si van sin prisa puede ser un fantástico lugar para estirar piernas, tomar algo y seguir adelante. Para entrar en los Centros de Arte, Turismo y Cultura de Lanzarote hay que pagar. Menores de siete años no y los residentes canarios-as o de Lanzarote tienen una tarificación especial. Hay posibilidad de bonos. Las tarifas las encontrarás en la web de CATC. Volviendo a la ruta de los volcanes, si vas en vehículo privado puedes avanzar dos kilómetros más hasta el islote de Hilario. La aulaga que arde en la roca y los famosos géiseres, tubos que se introducen tres metros en la tierra por los que sale el vapor escupido con virulencia poco después de caer el agua, son momentos interesantes para ver y a los niños les impresionó. Luego, un paseo en guagua de una media hora por el paisaje lunar, casi inalterado. Eché de menos poder escuchar su silencio que imaginé ensordecedor. Escuchar su viento. Oír su sonido. Desde la guagua se articulaban paradas en determinados lugares. Los guiris, atormentados, se apretaban contras las ventanas para sacar la misma fotografía. Me pregunté qué harían con tantas fotos del mismo lugar tomadas con teléfonos móviles. El audio no es el mejor, pero sirve para entender algunas de las escenas y el cura de Yaiza en el momento de las erupciones sería trending topic por sus escritos. Es lo que tiene ser un testigo de excepción.
  • En el echadero de camellos (aunque son dromedarios) encontramos a Nicolás, del que ya le hemos contado su historia. Con cachorro, gafas de sol y atuendo típico, nos acompañó en el extravagante caminar de Conguito, calmando a las que desde la loma del animal preguntaban por la normalidad de tan extraño andar. Nosotras, que íbamos con algunas contradicciones, nos quedamos más tranquilos cuando nos dijeron que son animales de carga. Los niños estaban contentos, viendo volcanes desde lo alto de un dromedario. Sus dudas, claro, eran objetivas: qué comían, cuántos años tenían, si tenían mamá, si no se cansaban, dónde dormían, que si cagaban en el suelo, por qué cagaban en el suelo, que qué extraña era su caca y otro tipo de preguntas inquietantes sobre el pelo, las patas, la cabeza y también sobre Nicolás, que nos acompañaba y calmaba, sobre todo cuesta abajo cuando Conguito más que caminar bailaba.
  • A la vuelta, nosotros volvemos al norte, una parada para helado/dulce/agua/cerveza en la Pastelería Panadería Los Dolores de La Santa puede ser un plan para aterrizar el atardecer. Al lado hay un parque infantil gustoso para los últimos juegos, subirse a un barco o lanzarse por el tobogán.

PD: No olviden llevar abrigo para subir a la villa de Teguise y vivir las campanadas bailando Sopa de Caracol. Ya saben cual es la contraseña: Watanegui consup.

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