Ocho Pies en Lanzarote: un paseo por el Sur y Malabharía

Es un placer recorrer las carreteras del interior de Lanzarote, allá donde a José Saramago le dirían que el pescado mejor en la costa, aunque la costa bañe de forma imponente el interior, indentitario, cuidado, bello en el esplendor del blanco y la altura necesaria de las casas sobre el negro salpicado que decora ese marco tan fresco para soñadores.

Para llegar hasta El Golfo atravesamos la Geria por puro placer. Indómita y generosa, negra por naturaleza brutal. Y en El Golfo con la misma facilidad que nos sentamos en una terraza soñando con unas cañas y unas gambas, nos levantamos cuando vimos la carta y sus precios. Es para otros públicos. En Los Hervideros recordamos que fuimos masa. Cuando tuvimos que hacer la tercera cola decidimos irnos, tampoco era el lugar adecuado. No sé si algún día lo será. Ahí nos fuimos con contradicciones y preguntándonos qué parte somos.

Llegamos a Femés con banda sonora de Mararía. Bajo la Atalaya de Femés encontramos el Restaurante Casa Emiliano para pedir un buen potaje de Lentejas y otras viandas. Qué rudeza en la belleza de Femés y qué inspiradora es tierra quemada. A la salida, un rato de juego sobre el picón mirando a Playa Blanca y Montaña Roja, temiendo por las vistas. Fotografiando para el recuerdo.

Hicimos la digestión en Playa de Papagayo, con el segundo baño en la marea del año, cifra no desdeñable para ser 3 de enero. Allí, en la falda y extremo popular de Los Ajaches, escoltados por la bella Playa de las Mujeres, la Playa del Pozo y la Caleta del Congrio. Con ropa y sin ella antes de plegar velas rumbo al norte, nos esperaba el espectáculo inaugural del Malabharía.

Advertidos por una seria funcionaria: “Estese aquí a las nueve o no tendrá entrada, solo quedan pases para el jueves”, el amanecer lo vimos en Haría, cuando la luz sale y pone fuego a las palmeras para iluminar el despertar de una población de 800 habitantes. En el Bar de Quino, en la esquina de la plaza, las conversaciones mañaneras giran en torno a convenios, a podas, a animales y otros asuntos cotidianos. “El edificio de los bordes grises es el Ayuntamiento”, me dijo la amable camarera.

Nos volvió a advertir la seria funcionaria cuya voz reconocí: “Lleguen a las 19.30h, aunque empieza una hora después, es lo mejor para coger sitio. No son numeradas”. Aunque nos sonó algo exagerada, cumplimos, y había allí una fila de personas desafiando el atardecer de diciembre en Haría haciendo cola para un espectáculo de circo. Y aquí es hora de decirlo: el espectáculo fue Myres, de Circo Grop. Un espectáculo que nos atrapó desde el primer momento y que se propone tirar del hilo, de los hilos, de tus hilos como espectador/a. Desde la primera fila, la danza, acrobacias y la estética nos cautivó. Y de repente se esfumó y con el fin, el día, que se apagó entre las palmeras anochecidas y el cielo estrellado de Haría, tanto desde el monte como desde la playa. Era hora de dormir. Mañana será otro día.



Intérpretes: Libby Halliday, Fifi Rosenblat, Nina Savidi, Moran Shoval
Idea Original y Dirección: Stefano Fabris
Composición Musical: Nacho Peña

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